Hoy quiero compartir contigo que hay una paz que llega cuando dejas de resistirte.
Cuando permites que las cosas sean como son, sin tratar de cambiarlas o entenderlas todo el tiempo. Porque a veces insistir en sostener lo que ya no fluye, también nos impide abrir espacio a lo nuevo.
Cuando sabes quién eres, lo que vales y lo que mereces, dejas de insistir para que algo funcione, y aprendes a reconocer cuándo algo simplemente ya no está alineado contigo.
Y en ese proceso, los límites se vuelven una muestra de amor propio.
Nos han enseñado que poner límites es egoísta, que expresar nuestras necesidades puede dañar vínculos, puede traer rechazo, pero en realidad, es todo lo contrario: poner límites es una herramienta demasiado poderosa, es un acto de amor propio y amor hacia los demás, y te permite ser tú misma sin renunciar a lo que eres. Y si, a veces duele. A veces quisieras no tener que hacerlo. Buscas explicaciones, señales o motivos para posponerlos, pero en el fondo sabes que poner ese límite es una forma de decirte a ti misma: “me respeto, me cuido, y no voy a conformarme con menos de lo que merezco.”
Los límites no siempre son cómodos, pero son necesarios. Son esa barrera invisible que te protege de lo que no te hace bien. Requieren valentía, porque a veces ponerlos significa aceptar que algo se acaba, que alguien no puede darte lo que esperabas, o que una versión de ti ya no encaja donde solía estar.
Pero también son libertad.
Porque cuando eliges tu paz, cuando eliges tu bienestar, estás diciéndole al universo que confías. Que sabes que lo que se va, también cumple su propósito, y que todo lo que llega después vendrá desde un lugar más auténtico, más alineado, y más tuyo.
Así que deja que las cosas sean. Suelta el control, suelta la culpa, suelta la necesidad de entenderlo todo. Y confía en que cuando actúas desde el amor y desde tu verdad, la vida se acomoda.
💫Porque lo que es para ti, no necesita ser forzado.
Solo necesita que tú estés lista para recibirlo. 🤍
Te mando un abrazo grande,
Mariana.